Seguro que durante esta última semana Sergio Rodríguez está volviendo a sentirse jugador de baloncesto. Tras varios años en Portland bajo la tiranía de McMillan, ahora parece que se ha ganado la confianza del entrenador de Kings. Sigue saliendo desde el banquillo (y seguirá pasando, pues Tyreke Evans siempre será titular), pero ahora, a diferencia de otros años, se le ve que sale sin miedo, decidido a mostrar el juego descarado que siempre le ha caracterizado. No se corta en tirar a canasta, de dos, de tres, bandejas, suspensiones, y sigue pasando como siempre. Al mismo tiempo, está controlando las pérdidas y le pone un poco más de ganas en defensa (su asignatura pendiente para triunfar).
Sergio (Spanish Chocolate) se ha dado cuenta de algo que Calderón sólo tardó una temporada: un base NBA debe ser anotador, asegurar un número decente de puntos, y ser, como mínimo, un defensor aceptable. Ahora está en ese proceso y está recogiendo sus frutos (más minutos y reconocimiento), pero esperemos que mientras tanto no pierda su gran seña de identidad, su capacidad para pasar dando espectáculo. Al igual que hacía su ídolo y motivo de su mote (también en USA), Jason Williams, curiosamente también jugador de los Kings hace una década, donde vivió su mejor baloncesto. Al igual que Sergio.