Estas pasadas navidades tuve la suerte de ver (¡por fin!) un partido NBA oficial. La expectativas eran altísimas y no se vieron defraudadas para nada. El partido no era nada del otro mundo en cuanto a competitividad (Nets vs Cavs), pero el ver a Lebron y Shaq sobre una pista era suficiente atractivo. En realidad me hubiese dado igual cualquier partido (la otra opción era un Knicks vs Pacers, mucho menos interesante salvo porque se celebra en el Madison), lo importante era ver mi primer partido NBA y fue en el Izod Center de New Jersey. ¡Misión cumplida! La entrada era bastante buena, en uno de los laterales a la altura de la canasta, en la fila 23. Se veía de lujo y sólo me costó 81 euros, barato con respecto a lo que son unas entradas NBA. Lo único que no me gustó es que casi no se anima, el público depende del «speaker» para animar o pitar, y que el baloncesto parece lo de menos: música a todo trapo (aunque con buen gusto: Metallica, Pantera, Guns N´Roses…), mucho baile, mucha cheerleader (salieron menos de los esperado), regalos, concursos…
Mención aparte merece Lebron.
El espectáculo que monta alrededor suyo es puro marketing, aunque no deja de ser atractivo, pero resulta algo excesivo tratándose de un partido. Antes de calentar lanza a canasta con una mano desde el medio campo. Hasta que no encesta no empieza a calentar. Esta vez lo logró al tercer intento. Luego está el más conocido show con los polvos de talco que esparce en frente de la mesa de periodistas y de anotaciones. Pero sobre todo, pude ver en directo un taponazo que mandó contra la grada (enlace vídeo) y uno de sus mates brutales a una mano que descarga con toda su fuerza (enlace vídeo). Vamos, lo habitual en todos los partidos. Puede sonar a tópico, pero sólo con ver eso en directo ya merece pagar una entrada.
Tribuna NBA 